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Desmaneando. LIFE Irekibai
Irekibai, ríos abiertos. De momento un deseo, la realidad es bien diferente. El agua de nuestros ríos encuentra muchos obstáculos y en ocasiones discurre por donde no debe. El proyecto IREKIBAI pretende corregir esta situación, al menos en parte. Varias especies de vertebrados actuarán como indicadores de la eficacia de las acciones de restauración que se van a desarrollar en los próximos años. Entre ellas el desmán.
Durante los próximos meses volveremos a hacernos la eterna pregunta ¿Qué hace que un río deje de ser apto para el desmán? ¿Cuáles son los factores clave? Hace unos días salimos en la tele. Nada nuevo bajo el sol (o sí, según se mire). Unas imágenes de unos cuantos desmanes vivos y coleando siempre merecen la pena.
Referencias móviles con desmán
No somos de mucho insistir. En este país nuestro, conocimiento, el justo, y seguimiento ya ni te cuento. De ahí que nuestras series temporales sean más bien cortitas (cuando las hay) y seamos un excelente caldo de cultivo para el «síndrome de las referencias móviles», que describiera Daniel Pauly en 1995 (*). A falta de datos, vivimos de la anécdota y la memoria y tendemos a creer que el mundo comenzó con nosotros.
En el ámbito de la conservación, esta falta de perspectiva, o más bien su negación, conduce invariablemente a emitir juicios erróneos y favorece la aparición de cantamañanas. El desmán no se escapa a esta coyuntura.
El desmán nunca ha sido un mamífero popular. Nada útil se podía sacar de él. Poco relevante había que anotar y los años pasaban sin que quedase demasiada constancia de algún rasgo relevante de su biología.
Hace apenas 100 años que conocemos su distribución y poco más de 50 que tenemos una idea más o menos elaborada de su hábitat y de la magnitud de sus poblaciones. Durante el pasado siglo, al tiempo que lo ubicábamos en el mapa, su hábitat se degradaba de forma masiva y drástica. En los felices 1970-80 se recoge una gran cantidad de información, que crea la sensación de que el desmán es una «especie común», fácil de encontrar, sensación que pronto se demostrará falsa. Al tiempo que el hábitat agonizaba surgía una generación de naturalistas e investigadores ansiosos por conocer aquella fauna que se presumía ignota. Eran años en los que el desmán estaba en todas partes. Al hacer pesca eléctrica, en el estómago de una garza, ahogado en una central hidroeléctrica,… en Galicia, en Cuenca, en Cáceres, en Burgos, en Huesca,…
Durante los no menos felices 90 se constató definitivamente su desaparición en grandes áreas (Sistema Ibérico sur, mitad oriental del Sistema Central), pero ese continuo deterioro (de la especie y de su hábitat) no caló en el colectivo que, de un modo u otro, conocía su existencia. Tenemos mala predisposición a asimilar con naturalidad los cambios y menos aún si estos son negativos.
Y llegamos al momento actual. El desmán protagoniza en los últimos años varios proyectos de conservación ¡Por fin es la reina de la fiesta! Los problemas en su hábitat se mantienen y los inventarios más recientes evidencian un declive en porcentajes más que alarmantes en toda el área de distribución ¿Nuestra reacción? Mover la referencia. Que nadie nos arruine la fiesta. La situación puede ser preocupante, pero no es peor que la anterior. Hay que negar el cambio. Los desmanes siguen estando ahí. Son más duros de lo que parece. La culpa es del método de detección. Empecemos de cero ¿Contacto con la especie? ¡Ni con un palo! Busquemos excrementos, eso nunca falla. Son datos de libre interpretación ¿Gestión? Ya se nos irá ocurriendo algo.
¡Joder, con el síndrome!

Caricatura neoparadigmática del desmanero moderno
(*) En Cantabricus tratan el apasionante tema de las referencias móviles con un ejemplo que despeja cualquier duda.
La parábola de los gestores por Pieter Brueghel el Viejo, 1568
Hoy levantas una piedra y salen corriendo un árbitro de primera división y un gestor del medio natural. Opiniones no faltan. Ya sabéis aquello de que las opiniones son como los culos, cada uno tiene el suyo. Estamos bien surtidos. Pero ¿y los datos? ¡Ay amigo! Los datos… ¡Eso es otro cantar! Que no digo yo que no haya que tomar decisiones, pero algún día deberíamos empezar a recoger información, a buscar respuestas. Por aquello de la eficacia.
En el día a día del desmán son más las dudas que las soluciones. Los gestores ya sabemos donde encontrarlos, pero los investigadores ¿dónde están? ¿Podemos confiar en que la universidad produzca de forma espontánea la ciencia que necesitamos? ¿Tenemos otros organismos oficiales a los que acudir? ¿Tiene sentido financiar con fondos públicos a organizaciones privadas para que cubran estas carencias?
Ah, por cierto, feliz Navidad.
Mitos y leyendas. Hoy, los excrementos del desmán
El desmán ha ganado protagonismo en los últimos años (¡menos mal!), pero así como para otras especies amenazadas existe información suficiente que permite abordar su conservación de manera más o menos rigurosa, en el caso del desmán no andamos sobrados de conocimiento. Esto da pie a que, por premuras de la gestión, florezcan como setas las hipótesis y estas, a fuerza de insistir, adquieran vertiginosamente categoría de verdad revelada, generalmente en foros poco apropiados para la discusión científica.
Todo apunta a que la búsqueda de excrementos, barata y para todos los públicos, será en los próximos años la piedra angular del seguimiento de nuestras poblaciones de desmán, por ello merece la pena repasar algunas de las sentencias que a fuerza de ser repetidas están entrando por la puerta de atrás en el conocimiento desmanero popular.
1. Los excrementos de desmán no pueden ser identificados de visu.
Sí es posible. Y con una frecuencia alta, además. Su tamaño, forma, olor, color, composición y disposición en el río los hace inconfundibles. Desgraciadamente se degradan con rapidez y en algunas ocasiones la atribución de la especie precisa de otros métodos. Además, se cumple aquí inexorablemente la ley de Murphy, que viene a decir algo así como: en aquellos tramos prospectados en los que el número de excrementos recogidos sea bajo, dichos excrementos serán pequeños, viejos y secos.
2. Es posible identificar el autor de de un excremento por la morfología de los pelos que incluye.
Sí que lo es. Los pelos de mayor tamaño (guardas, guías, o como guste usted llamarlos) son inconfundibles: espatulados, sin médula, con una constricción central,… un auténtico chollo. Sin embargo la frecuencia de aparición de este tipo de pelos en los excrementos es muy baja. Resulta frustrante desmenuzar excrementos sin encontrarlos, sobre todo cuando las muestras recogidas son escasas, sabiendo además que el procedimiento conlleva su contaminación e impide realizar posteriormente la identificación mediante análisis genético. Por otra parte, los pelos de borra se encuentran con mayor frecuencia en los excrementos, pero es imposible identificar la especie a la que pertenecen.
3. La identificación genética de la especie es un refinamiento innecesario en el inventariado de poblaciones a escala geográfica amplia mediante búsqueda de excrementos.
Pues no. Habiendo un margen de error en la identificación de visu, siendo escasos los excrementos en muchos de los tramos prospectados y escasas las posibilidades de identificar un excremento mediante pelo, el análisis genético es el único procedimiento que proporciona información fidedigna con un rendimiento relativamente alto. Además, esta técnica es habitualmente desarrollada por un único equipo, ajeno a la recogida de muestras, y está sujeta a un procedimiento estandarizado, lo que evita en gran medida la disparidad de criterios entre los prospectores (numerosos, por lo general) que pudiera darse en la identificación basada en rasgos morfológicos y evita también la tentación de recurrir en caso de duda al «juicio experto» de cada prospector, circunstancia ésta muy habitual en nuestras latitudes y que en el caso del desmán nos ha ofrecido algunos mapas regionales de distribución sencillamente lamentables.
4. Es posible completar un inventario nacional «digno y útil» sin coordinar momento, procedimiento y objetivos.
No, no es posible. Un inventario a esa escala geográfica precisa que los actores implicados en su realización (que en nuestro país forzosamente han de ser muchos) actúen al unísono. Desgraciadamente la probabilidad de que dicho suceso ocurra en España es en estos momentos muy baja.
5. La abundancia de excrementos que encontramos en el río es directamente proporcional a la de desmanes que habitan el tramo prospectado.
No siempre. En ríos con presencia estable de la especie y abundancia alta, comprobadas éstas mediante otros métodos, la búsqueda de excrementos puede resultar infructuosa u ofrecer muy poca información, y por otro lado se dan casos en donde es posible recoger gran cantidad de excrementos y otros métodos de detección parecen indicar que la abundancia de desmanes es baja. Estas y otras combinaciones se pueden dar además dentro de un mismo río al comparar tramos consecutivos. En algunas ocasiones se puede achacar la dificultad de encontrar excrementos a la morfología del cauce, pero en otras la falta de correlación entre la abundancia de «cacas y culos» tiene difícil explicación.
Continuará.
Los razonamientos expuestos tienen su fundamento en información recogida en la biblioteca y en mi experiencia personal. Ni que decir tiene que ambas fuentes son discutibles.
Actualizada la distribución del desmán en Francia
Nuestros vecinos franceses nos ofrecen por fin la imagen de la distribución actual del desmán en su país
El avance forma parte de la documentación asociada a la última reunión de seguimiento del plan nacional del desmán. Si esta es la imagen final (que parece que sí; son 1.350 tramos prospectados), el estado de conservación de la especie sería significativamente mejor en el Pirineo oriental.
Seis departamentos, un rango de actuación de aproximadamente 20.000 km², un solo método de detección y en dos años terminado ¡Enhorabuena! Aquí, en el «País de las Maravillas», tal coordinación es sencillamente imposible.
La presentación de estos resultados viene acompañada de información detallada sobre el proyecto LIFE recién concedido
¡El desmán ibérico podría ser ovíparo!
Dado el estado actual del conocimiento acerca de la biología de esta especie, el de la foto bien podría ser un nido de desmán.
Desgraciadamente, no parece que en este año que acaba de comenzar vayamos a salir de dudas. En marcha hay algunos proyectos que tienen a nuestro amigo como protagonista (ya hemos hablado de ellos anteriormente), pero el ánimo general no está para alardes. Prima la aproximación indirecta. Elegante y aséptica. Riesgo cero, no vaya a ser que se rompa un huevo y sea verdad que hay un desmán dentro.
¡Feliz año!
«Traslocando» desmanes o como tirar por la calle de enmedio
Aunque solemos liarnos con la terminología (introducir, reintroducir, desplazar, reforzar) no cabe duda de que nos gusta enredar y además acabar cuanto antes. Que no tengo perdices, las echo, que me faltan corzos, ahí van dos docenas. Que los desmanes andan «ni fu ni fa», llena un caldero grande en Pirineos y lo vuelcas en Gredos. Problema resuelto.
De momento el caldero de desmanes es solo una intención, una pose, aunque no faltan partidarios de tan expeditiva actuación. Pensándolo bien no es tan mala idea.
Se abre el telón. Un cantamañanas se dirige al responsable de la conservación de la biodiversidad del territorio «X»:
– Buenos días. Venía por lo de los desmanes.
– ¿Ha identificado ya la población donante en estado de conservación favorable? ¿Qué criterios ha utilizado? ¿Podría detallarme el impacto que sufrirá la población de la que soy responsable? Y lo más importante ¿Ha traído el caldero?
– ¡Aquí está el caldero!
– Haber empezado por ahí. Proceda pues y que no le vuelva a ver. Buenos días.
El telón se cierra y se vuelve a abrir, y ya tenemos al cantamañanas en el territorio «Y», en la orilla del río, con un caldero lleno de desmanes, a punto de perpetrar la «traslocación». Las autoridades y la banda de música aguardan en sus puestos. El obispo se retrasa dando pie a que el cantamañanas y el responsable del territorio receptor comenten los detalles de la actuación:
– Parece que el tiempo acompaña…
– ¿Qué me trae aquí? ¿Ha tenido en cuenta la peculiar distribución de la variabilidad genética de la especie? ¿Contamos con una planificación de sueltas adecuada en tiempo y número? ¿Conocemos lo suficiente la biología de la especie como para esperar que sobreviva un porcentaje significativo de animales? ¿Se han corregido las causas que propiciaron el declive de la especie en el territorio receptor? ¿Contamos con un plan de seguimiento? ¿Población local y usuarios del río están al corriente y de acuerdo? Y lo que es más importante ¿Ha traído el caldero?
– No sé de que me habla, pero aquí esta el caldero bien lleno ¡Mire, ya llegó el obispo!
– Proceda pues y que no le vuelva a ver. Buenos días ¡Corra, que empieza el himno!
Fin de la obra y cerrada ovación.
Cuentan que la guía que la IUCN ha publicado este mismo año, para orientar actuaciones de este tipo, se ha relajado. Que ya no es tan difícil hacer las cosas bien. Sin embargo, tras su lectura, sigo sin estar convencido de que aquí estemos en condiciones de hacer nada de esto con el desmán ¡Pero si no sabemos ni cuantos huevos pone! Porque ¿pone huevos, no? Como el ornitorrinco…
En fin, toca leer.
Como apunte final. Para nuestra consternación, el Diccionario no incluye aún los términos «traslocar» o «translocar». De momento nos tenemos que conformar con «trasladar». Sí, ya lo sé, suena vulgar, pero es lo que hay. Habrá que hablar con algún académico.