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Parques de papel
Agosto de 2015. ZEC de reciente declaración (julio de 2014). El desmán es uno de los elementos clave para la gestión de este espacio ¡Faltaría más! El saneamiento está solucionado, o debería estarlo. La dura realidad es que dos depuradoras que costaron su dinero (algunos milloncejos de nada) no hacen su trabajo y los ribereños seguimos cagando en el río. Como hace cincuenta años. Esto sí que es tradición y no el invento ese de tirar una cabra del campanario.
Las imágenes hablan por sí mismas, el olor insoportable ¿Fraude, negligencia, inutilidad absoluta?
2015, increible…
A vueltas con el hábitat / 2
La literatura científica disponible define el hábitat del desmán a través de la descripción de los lugares en donde se ha observado o capturado. No contamos con modelos estadísticos robustos. A falta de mejor información, se entiende que tramos que cumplan unos mínimos pueden considerarse como hábitat potencial para la especie. Este hábitat potencial podría definirse como aquel tramo con pendiente superior al 1%, que cuente con caudal regular (superior en estiaje a los 100 l/s), con buena alternancia de microhábitats hidromorfológicos (pozas, rápidos, tablas), granulometría del cauce con predominio de material grueso (cantos, bloques) y buena calidad del agua.
Estos requisitos, si bien son un buen punto de partida para identificar el área de distribución potencial de la especie, no garantizan su presencia o la idoneidad de un tramo concreto, siendo por lo general necesario realizar aproximaciones más precisas.
La serie de imágenes que se ofrecen a continuación muestran tramos donde la especie ha sido capturada durante los trabajos de revisión de su distribución en distintas regiones españolas.
A vueltas con el hábitat
El desmán es un topo de agua. Se refugia en las orillas de los ríos y se alimenta de insectos que captura en el fondo del cauce. Parece sencillo. Sin embargo a la hora de cuantificar el hábitat potencial no nos ponemos de acuerdo. Andamos despistados.
En principio sus requerimientos terrestres no son muy restrictivos. Le basta con disponer de orillas blandas, fáciles de excavar, o que cuenten con elementos que pueda utilizar como refugio (raíces, roca fragmentada, troncos). Incluso prepara alguno de sus nidos en construcciones relativamente permeables (muros de mampostería sin mortero, por ejemplo). Es en la alimentación donde el desmán se muestra más exigente. Prefiere invertebrados bentónicos reófilos de tamaño relativamente grande, poco móviles y poco esclerificados, principalmente larvas de tricópteros y dípteros y ninfas de plecópteros y efemerópteros. Entre sus presas predominan las especies alta o moderadamente sensibles a la contaminación, de modo que las más resistentes tienen poca importancia en su dieta aunque estén presentes en cantidades importantes en el bentos. Podríamos decir por tanto que necesita orillas con cierto grado de naturalidad y aguas rápidas lo suficientemente limpias para que abunden las presas indicadas.
¿Dónde está entonces el problema? El lío se produce, cuando en la urgencia de la gestión, se contrasta la distribución del desmán y las características de los ríos. Las cosas no cuadran ¿Cómo podrían hacerlo si el declive del desmán y la degradación de los ríos son fenómenos que avanzan a una velocidad que escapa a nuestra capacidad de seguimiento? Ausencias y presencias aparentemente inexplicables, producto de una mala información de partida, favorecen el que surjan interpretaciones diversas sobre la tolerancia de la especie frente a determinadas presiones. La discusión conduce después inevitablemente a cuestionar si tal o cual amenaza debería o no incluirse en el diagnóstico del estado de conservación. Y cuando el debate se alarga y apasiona lo suficiente, siempre hay partidarios de abogar por la hipótesis de que el desmán tal vez no esté en peligro, simplemente «ha aprendido a esconderse» y no somos ya capaces de conocer su distribución con las técnicas de detección habituales. Otro «clasico» en esos momentos de desesperación es el de equiparar desmán, trucha y mirlo acuático, dando por sentado que las actuaciones que benefician a uno de ellos han de ser «mano de santo» para el resto.
Desgraciadamente en un país como el nuestro, sin tradición científica ni bases de datos a las que acudir, la opinión suplanta a menudo a la información (los datos) y la decisión política se confunde con la técnica, siendo sinsentidos como los descritos recurrentes en la gestión diaria de muchas especies amenazadas.
Tampoco andamos muy finos en cuanto a divulgación. El despiste afecta además a la imagen popular del desmán, al que frecuentemente se asocia con arroyos de montaña, cuando lo cierto es que su presencia se extiende desde casi el nivel del mar hasta superar los 2.000 m de altitud.
En fin, nada que no se pueda solucionar con mayor dedicación y esfuerzo continuado.