Disruptores endocrinos. La amenaza fantasma
Los disruptores endocrinos (DE) se hicieron tristemente famosos hace ya unas décadas. Dos de los casos más recordados son el DDT y la fragilidad de los huevos de las aves y los PCBs y el declive de la nutria. Las sustancias que se agrupan bajo esta denominación alteran los procesos hormonales, modificando el desarrollo y numerosas funciones fisiológicas específicas. La industria, respondiendo a la alarma social que provocan los efectos negativos que llegan a conocerse, ha retirado algunas de estas sustancias al tiempo que crea otras, siendo el balance favorable sus intereses (¿alguien lo habría dudado?). De este modo son cientos los DE hoy identificados que se producen, se utilizan y se acumulan en los ecosistemas. Forman parte de plaguicidas, herbicidas, disolventes, detergentes, plásticos, materiales de construcción, textiles, material eléctrico y electrónico, pasta de papel, cosméticos,… La lista es interminable.
Se ha comprobado que los ríos son ambientes especialmente sensibles frente a estos contaminantes y son muchas las especies fluviales para las que se han documentado graves afecciones. En los últimos años los «problemas sexuales» de los peces (intersexualidad, disminución de la fertilidad), achacados a estos compuestos, han sido objeto de estudio por parte de la comunidad científica y han llamado la atención de los medios de comunicación. Si bien los peces aparecen como protagonistas más frecuentes, esto se debe únicamente a la facilidad que los investigadores encuentran para trabajar con ellos, ya que se ha comprobado que los efectos de los DE alcanzan a gran variedad de grupos, tanto de invertebrados como de vertebrados.
No sabemos si al desmán le estén afectando estas sustancias. De hecho del desmán sabemos pocas cosas, así que no es de extrañar que tengamos también dudas sobre esta en concreto. Dicho esto, raro sería que siendo los DE dañinos para un rango tan amplio de especies el desmán estuviese a salvo. De hecho se ha comprobado que los DE afectan significativamente a los invertebrados bentónicos de los que se alimenta ¡Mal empezamos!
Muchos de estos compuestos son difíciles de metabolizar y se acumulan en los organismos, según avanza la cadena trófica. Su eliminación de las aguas que utilizamos es además complicada. En los procesos de depuración de aguas residuales, los tratamientos primarios y secundario (los más comunes), alcanzan a eliminar del agua solo una fracción de estas sustancias. Se necesitan tratamientos avanzados, actualmente de escasa implantación, para conseguir una depuración eficaz.
Pero no solo a través de la agricultura y de las aguas residuales (depuradas o no) reciben nuestros ríos DE. Recientemente se ha comprobado que las explotaciones ganaderas en régimen intensivo pueden ser una fuente significativa de DE. Las sustancias problemáticas son en este caso las hormonas que administramos al ganado para favorecer su crecimiento. Éstas alcanzan los ríos directamente a través del lavado de los excrementos por la escorrentía superficial e incluso se acumulan en el terreno a cierta profundidad, pudiendo permanecer allí durante semanas, para acabar alcanzando los cauces en los momentos en los que las márgenes se encuentren saturadas de agua. Esta vía de contaminación se refiere a la estabulación del ganado en las márgenes de los ríos o al mantenimiento de zonas de alimentación próximas a los cauces. La magnitud de la afección va a depender de la cantidad de residuos, de su persistencia y del caudal del río. Eso sí, en los cálculos hay que tener en cuenta que hacen falta bajas concentraciones de hormonas en el agua para empezar a apreciar su efecto en la fauna. Ahora, pensemos en el abonado masivo y sistemático con toneladas de purines de vacuno y porcino que se realiza en los márgenes de los ríos en toda la región atlántica (Galicia, Asturias, Cantabria, País Vasco). Aquí no hay cálculos que valgan. En este caso el aporte de hormonas al suelo y al agua ha de ser, por fuerza, muy importante ¿Y el aporte de antibióticos? Recordemos que al ganado le estamos administrando también de forma masiva y sistemática antibióticos en dosis «pre-terapeúticas». Esto adquiere tintes dramáticos. De antibióticos, mejor hablamos otro día.
Grandes embalses, minicentrales hidroeléctricas, contaminación del agua, incendios, pesca furtiva, destrucción de los cauces,… y ahora encima el sutil envenenamiento de los ríos con sustancias cuyos efectos apenas somos capaces de entrever. El desmán lo tiene muy difícil. No parece, aunque nunca se sabe, que los DE vayan a alcanzar a todo el área de distribución potencial. Eso sí, cabe sospechar que las márgenes con fuerte presión agrícola y ganadera van a marcar el límite inferior de dicha distribución. Si esto es así el lector convendrá conmigo que al desmán le estamos dejando tramos muy pequeños libres de toda presión.
Algo para leer:
Androgenic and estrogenic activity in water bodies receiving cattle feedlot
Bioaccumulation of 17α-Ethinylestradiol in fish
Bioaccumulation of the synthetic hormone 17a-ethinylestradiol in the benthic invertebrates
Demasculinization of male fish by wastewater treatment plant effluent
Endocrine-disrupting effects of cattle feedlot effluent on an aquatic sentinel species
Estrogen mimicking effects of xenobiotics in fish
Is nitrate an ecologically relevant endocrine disruptor in vertebrates
Subtle sabotage. Endocrine disruption in wild populations
The impacts of endocrine disrupters on wildlife, people and their movements
A vueltas con el hábitat
El desmán es un topo de agua. Se refugia en las orillas de los ríos y se alimenta de insectos que captura en el fondo del cauce. Parece sencillo. Sin embargo a la hora de cuantificar el hábitat potencial no nos ponemos de acuerdo. Andamos despistados.
En principio sus requerimientos terrestres no son muy restrictivos. Le basta con disponer de orillas blandas, fáciles de excavar, o que cuenten con elementos que pueda utilizar como refugio (raíces, roca fragmentada, troncos). Incluso prepara alguno de sus nidos en construcciones relativamente permeables (muros de mampostería sin mortero, por ejemplo). Es en la alimentación donde el desmán se muestra más exigente. Prefiere invertebrados bentónicos reófilos de tamaño relativamente grande, poco móviles y poco esclerificados, principalmente larvas de tricópteros y dípteros y ninfas de plecópteros y efemerópteros. Entre sus presas predominan las especies alta o moderadamente sensibles a la contaminación, de modo que las más resistentes tienen poca importancia en su dieta aunque estén presentes en cantidades importantes en el bentos. Podríamos decir por tanto que necesita orillas con cierto grado de naturalidad y aguas rápidas lo suficientemente limpias para que abunden las presas indicadas.
¿Dónde está entonces el problema? El lío se produce, cuando en la urgencia de la gestión, se contrasta la distribución del desmán y las características de los ríos. Las cosas no cuadran ¿Cómo podrían hacerlo si el declive del desmán y la degradación de los ríos son fenómenos que avanzan a una velocidad que escapa a nuestra capacidad de seguimiento? Ausencias y presencias aparentemente inexplicables, producto de una mala información de partida, favorecen el que surjan interpretaciones diversas sobre la tolerancia de la especie frente a determinadas presiones. La discusión conduce después inevitablemente a cuestionar si tal o cual amenaza debería o no incluirse en el diagnóstico del estado de conservación. Y cuando el debate se alarga y apasiona lo suficiente, siempre hay partidarios de abogar por la hipótesis de que el desmán tal vez no esté en peligro, simplemente «ha aprendido a esconderse» y no somos ya capaces de conocer su distribución con las técnicas de detección habituales. Otro «clasico» en esos momentos de desesperación es el de equiparar desmán, trucha y mirlo acuático, dando por sentado que las actuaciones que benefician a uno de ellos han de ser «mano de santo» para el resto.
Desgraciadamente en un país como el nuestro, sin tradición científica ni bases de datos a las que acudir, la opinión suplanta a menudo a la información (los datos) y la decisión política se confunde con la técnica, siendo sinsentidos como los descritos recurrentes en la gestión diaria de muchas especies amenazadas.
Tampoco andamos muy finos en cuanto a divulgación. El despiste afecta además a la imagen popular del desmán, al que frecuentemente se asocia con arroyos de montaña, cuando lo cierto es que su presencia se extiende desde casi el nivel del mar hasta superar los 2.000 m de altitud.
En fin, nada que no se pueda solucionar con mayor dedicación y esfuerzo continuado.
Y va el clima y cambia
El futuro es de los camaleones. Al menos eso dicen los modelos. En cien años su área de distribución potencial se extenderá por toda la región atlántica peninsular. Con los desmanes los modelos son menos compasivos:
Evolución Prevista: Bajo los escenarios climáticos disponibles para el siglo XXI, se esperan impactos elevados en la distribución potencial. Los modelos proyectan contracciones en la distribución potencial actual de la especie entre un 67% y un 76% en 2041-2070 y el nivel de coincidencia entre la distribución observada y potencial se reduce hasta un rango de entre un 27% y un 36% en 2041-2070.
Nostradamus no lo hubiera puesto peor.
Fuente:
Araújo, M.b., Guilhaumon F., Neto D. R., Pozo, I., & Calmaestra R. (2011) Impactos, vulnerabilidad y Adaptación al Cambio Climático de la biodiversidad Española. 2 Fauna de Vertebrados. Dirección general de medio Natural y Política Forestal. Ministerio de Medio Ambiente, y Medio Rural y Marino. Madrid, 640 páginas. (pdf)
El desmán ¿vulnerable?
Al hilo de la entrada anterior
Considerando que todos ellos son núcleos poblacionales irremediablemente aislados, que ocupan tramos con una capacidad de carga de únicamente unas decenas de ejemplares, que están sometidos a presiones similares y que han visto desaparecer en los últimos 20 años núcleos contiguos ¿Cuál de ellos corre un mayor riesgo de desaparecer?
1. Los tres núcleos que sobreviven en el noreste de Cáceres.
2. El único núcleo oscense que queda.
3. Los tres núcleos del Macizo Central Orensano.
Posibles respuestas:
1. A todos ellos les quedan dos telediarios.
2. Demasiado tarde. Ya han desaparecido.
3. Bailarán sobre nuestra tumba.
Si lo más probable es que su destino sea el mismo ¿Por qué los desmanes extremeños han sido recientemente distinguidos en el Catálogo español de especies amenazadas con la categoría de En peligro de extinción y la situación del resto se considera «solo» como vulnerable? Y dirán ustedes: ¿Qué diferencia hay? Pues hombre, en un catálogo que cuenta únicamente con dos categorías, a la hora de repartir el esfuerzo y establecer prioridades es fácil suponer a que especies se les hará más caso. Un diagnóstico erróneo es otro clavo más en la tapa del ataúd. Y van…
¿Cuántos desmanes nos quedan?
Envidia me dan los ornitólogos. Son muchos y bien avenidos, por lo que manejan información suficiente para hacer estimaciones de la abundancia y de la tendencia de un gran número de especies de aves a escala regional. Cierto es que en muchos casos son aproximaciones groseras con un amplio margen de error, pero bien argumentadas estas cifras resultan útiles. Al menos nos ponen en situación. De tal especie tenemos del orden de centenares de individuos y de tal otra del orden de decenas de miles.
En el caso de los mamíferos estas aproximaciones no se han generalizado. Nos preocupamos por hacer estos cálculos cuando sospechamos que quedan pocos individuos que contar. Como es el caso, por ejemplo, del lince y del visón europeo, para los que tenemos la certeza de que sus efectivos son del orden de centenares y no de miles de individuos. Salvo excepciones nos quedamos ahí. No es frecuente echar cuentas de las musarañas o de los erizos que hay.
En el caso del desmán el conocimiento que tenemos del área que ocupa es desigual. En algunas regiones se ha revisado recientemente la distribución y en otras la información tiene ya unos años. Lo que sí vamos sabiendo es que no pinta bien. Se observa un declive rápido y generalizado. En este escenario de incertidumbre y cambio no es fácil estimar la abundancia.
La imagen siguiente muestra el área de distribución del desmán tal como la ofrece el Atlas de los mamíferos terrestres de España. Se compuso a partir de información recogida entre 1970 y 2006 (puntos). Sobre ella en trazo rojo he señalado lo que podría ser la distribución actual, revisada en función de los resultados de las prospecciones realizadas en la última década.
Galicia, Extremadura, Salamanca, Cantabria, País Vasco, Navarra, La Rioja, Soria, Aragón y Cataluña, cuentan con información reciente. Falta ésta en la Cordillera Cantábrica (León, Asturias, Palencia, Burgos), pero dada la tendencia observada en el resto y que en dicha región están actuando las mismas presiones, hay poco margen para el optimismo.
En los últimos 30-40 años el área de distribución del desmán en España ha sufrido una reducción importante. Con toda seguridad superior al 30% y no es descabellado pensar que, una vez que se complete la revisión, la pérdida supere el 50%. Pero ahí no acaban las malas noticias. Esta especie, estrictamente ligada al hábitat fluvial, ve limitada su capacidad de expansión al corredor que ofrece el río, en el que encuentra hoy infinidad de barreras infranqueables. De este modo, lo que sobre el mapa se intuye como una distribución continua es en realidad la representación grosera de un conjunto de pequeños núcleos poblacionales aislados irremediablemente unos de otros.
En definitiva. No sabemos cuantos desmanes nos quedan. Lo que sí sabemos es cada vez nos queda menos tiempo para contarlos.
Caudales ecológicos del siglo XXI. El parto de los montes.
La tramitación de los planes hidrológicos sigue su curso. Algunos, como los de la CH del Cantábrico, recibieron en diciembre pasado «informe favorable» del Consejo Nacional del Agua. Caminan triunfales hacia el real decreto. Otros como los de las CCHH del Duero y del Ebro, algo más retrasados, no tardarán mucho en recorrer idéntico camino.
Entre las bondades y novedades que se proclaman están las disposiciones referidas a los caudales ecológicos. Pero cualquier consideración benévola (e interesada) que pueda hacerse muere cuando nos enfrentamos a la cruda realidad de los números. Y es que pretenden tomarnos el pelo, una vez más.
Estos últimos años se han realizado estudios orientados a establecer la metodología óptima para el cálculo de caudales ecológicos. Sirva como ejemplo la síntesis que recoge este documento de la Agencia Vasca del Agua (URA). Tras el contraste entre métodos hidrológicos, de mantenimiento del hábitat y de conservación de la biodiversidad fluvial llegan a la conclusión de que si bien existe discusión entre escuelas científicas, los resultados son similares, por lo que haciendo de la necesidad virtud se busca una solución de compromiso que acaba dejando el río sin agua. Llámalo caudal ecológico modular o píntalo de verde, de este modo se consolida el fraude que va a seguir permitiendo que embalses y centrales hidroeléctricas (entre otros) expriman los caudales hasta límites sencillamente ridículos.
Ebro, Duero, Miño-Sil, Cantábrico, da igual el proyecto de plan hidrológico que consultemos. Los caudales mínimos son irrisorios. De nada sirve establecer diferentes valores estacionales. Los propuestos garantizan estiajes prolongados, ajenos a la dinámica natural del río, y episodios puntuales catastróficos frente a los que determinadas especies animales son muy vulnerables. Los datos están ahí. A mano de quien quiera consultarlos. Abunda la información hidrológica. Basta con contrastar los caudales medios característicos de cada río con la propuesta de caudales mínimos de los nuevos planes. Lo más chocante (e indignante) es que estas tomaduras de pelo tienen sus evaluaciones de impacto ambiental favorables y presentan optimistas una programación para alcanzar los objetivos ambientales de la Directiva Marco del Agua. Pues con estos números va a ser difícil que en 2015 o en 2027 vayamos a alcanzar otra cosa distinta a la frustración y el ridículo.
¿Y al desmán que le va en esto? La detracción excesiva de caudal, por parte sobre todo de minicentrales hidroeléctricas, ha sido la norma en las últimas décadas en gran parte de su área de distribución, ocasionando un grave deterioro del hábitat, la fragmentación de las poblaciones y en muchos casos su desaparición.
Estos planes hidrológicos, a punto de salir del horno, representan el último clavo de la tapa del ataúd de un buen número de pequeños núcleos poblacionales de esta especie que, dispersos aquí y allá, sobreviven a duras penas.